Me encanta el comienzo de otoño por varios motivos, porque todavía no hace demasiado frío, por los colores de los árboles, pero sobre todo porque se pueden hacer un montón de actividades al aire libre, y para l@s que tenemos hijos ésto es esencial.

Este fin de semana, hemos ido en familia en busca de setas. Es una de mis actividades otoñales favoritas porque me hace volver a aquellas mañanas de frío de mi infancia, cuando iba con mis padres y mi hermano lejos de la ciudad a buscar setas. Aún recuerdo lo helados que se me quedaban los pies, lo cansados que volvíamos al coche, y el bocadillo de tortilla o filetes empanados que nos comíamos de recompensa por el trabajo hecho. Así que tenía claro que ésta era una de las tradiciones que quería inculcar a mis hijas. 

Este año, sólo nos hemos llevado a bichito, ya que croissancito es todavía muy pequeña. Sólo con decirle que íbamos a ir a buscar setas con una cestita, se le ha iluminado la cara y rápidamente ha ido a coger la suya. Y cuando además ha descubierto que íbamos al bosque, daba saltos de alegría, porque igual se encontraba a Caperucita Roja, aunque le daba un poco de miedo encontrase al lobo. 

Así que no se ha soltado de la mano de papito loco por si acaso!

No hemos tardado en encontrar el primer níscalo, y estábamos todos como locos por enseñárselo a bichito para ver cómo reaccionaba. 

La mañana ha sido prolífica y en una hora u hora y media, ya teníamos las cestas a rebosar. 

Tiempo más que suficiente para que bichito participara en la tradición familiar y no se cansara demasiado.